lunes, 6 de junio de 2016

Brillo de Rafaelillo al natural y un Ojeador bravo en varas en la entretenida miurada




28ª de Abono y última de Feria. Corrida de toros, 5 toros de Miura, desiguales de presencia, vareados y en el tipo de la casa, altos de agujas. Hubo un segundo ejemplar que por su conformación de pitones más paletona que playera debió tener otro destino. En cuánto a comportamiento en general faltó más casta de la que se esperaba, aunque mantuvieron el interés, apareciendo tanto complicaciones como bravura en algunos pasajes o la mansedumbre de inicio a fin. Y un sobrero (4º bis tras ser devuelto el primero y correr turno) de Valdefresno, basto de presencia y noble de juego.

Rafael Rubio "Rafaelillo", de nazareno y oro: Estocada caída que provocó derrame tras tres pinchazos arriba y escuchar un aviso. Saludos. Buena estocada. Silencio.


Javier Castaño, de nazareno y oro: Media estocada trasera a paso de banderillas tras dos pinchazos saliéndose. Silencio tras aviso. Estocada casi entera tendida, de efecto fulminante. Saludos.


Manuel Jesús "Pérez Mota", de corinto y oro: Estocada baja. Silencio. Media estocada baja. Silencio.







Tablillero fue devuelto por blando de patas y en su lugar se corrió turno y salió Tabernero, el que correspondía en cuarto lugar. Salió con pocos pies, midiendo, y fue un auténtico miura que tuvo por cada pitón ambas versiones, tanto el de cuello ágil que caza moscas como el humillador que trasmite y sigue por abajo la muleta. Pareció desplazarse en el primer lance de recibo capotero, pero según se sucedían los envites, se fue quedando corto, tirando gañafones a la tela del murciano, que con oficio y sapiencia supo ir sacando hacia los medios al astado, hasta pararlo, sin quedar nunca al descubierto, sin dejar que le arrebatase el capote. Un dominio que la plaza supo valorar. Cumplió con fijeza apretando sobre el pitón izquierdo en ambos encuentros con el caballo, donde se le señalaron arriba dos varas en regla, acudiendo pronto desde media distancia a la segunda. Banderilleó José Mora de poder a poder a un animal fijo y alegre, con prontitud y que hizo hilo hasta llegar incluso a prender a este hombre de plata cuando desde el callejón le entregaban el capote de sangre, viviéndose un momento dramático al poderlo cornear contra tablas, aunque afortunadamente no fue a mayores. Al inicio de faena, se coló por el derecho, mostrando que por ese pitón tenía localizado al torero y la cogida era inminente, buscando con sentido, mientras que por el izquierdo mostraba algo mejor condición, pero nada comparada con la que finalmente fue desarrollando, puesto que también el peligro y las complicaciones estaban patentes, lo que llegó a los tendidos, dando importancia y una gran trasmisión a cada cosa que el diestro era capaz de hacerle, así como entendiendo, respetando y valorando los tan reprochados recursos de ventaja no justificables en otras tardes y tan necesarios en esta. Rafaelillo captó las posibilidades de que el toro fuese a más por el izquierdo y alargase su recorrido, por lo que no dudó en echarse la muleta a la zurda para desde fuera ir encauzando la algo rebrincada, reponedora y exigente embestida, rugiendo los olés del público y llegando a componer la figura y fajarse en un tercer natural para el recuerdo. La faena siguió centrada al natural, ligando los muletazos y despertando la emoción, conectando. Mostró cabeza siendo variado en los remates, evitando los de pecho para no vérselas con el pitón derecho, con adornos por bajo que saboreó la parroquia. Remató a pies juntos trazando uno a uno los muletazos hasta detrás de la cadera, poniendo broche a una buena faena y frente a un toro que fue a más y que seguía pidiendo guerra aún tras doblarse para cuadrarlo. Perdió una oreja bien cortada con los aceros, aunque de haberse pasado de faena, las complicaciones hubiesen sido mayores. Tablillero fue despedido con una ovación en el arrastre.


Escribano impresionó con su capa cárdena salpicada a los tendidos de sol, tapando con ello y con un buen golpazo a uno de los burladeros su fea conformación de pitones. Barbeó buscando salida durante casi dos vueltas completas al anillo, en clara muestra de su mansedumbre. Sin que los de a pie lograsen fijarlo ni pararlo, le recetaron dos varas fuertes, de las que salió distraído. Destacó un buen par de Marco Galán y de Fernando Sánchez, siendo en la muleta un animal rebrincado aunque sin maldad, pero sin recorrido y cabeceando, con la cara suelta. Nada ayudó el recital de muletazos enganchados, dando salida por alto con brusquedad a mejorar la condición del cornúpeta, pero al menos el salmantino no se excedió alargando faena ni buscando corta distancia. El público juzgó al manso con pitos en su arrastre.




Sin muchos pies salió el tercero, Tahonero de nombre, que hizo astillas la barrera sin que se le citase, tras un recibo en el que quedó sin fijar por parte del gaditano Pérez Mota. Se dispuso Raúl Ruiz a dejarlo en suerte, recogiendo una ovación a su buena labor. Se dejó pegar y salió suelto, siendo bien picado arriba. Continuó Ruiz destacando en la brega, frente a las pasadas en falso y la poca eficacia de sus compañeros, que fueron enseñando al toro más de lo que debió aprender en banderillas. El animal llegó a la muleta siempre dispuesto a pelear, encastado y pronto, alegre aunque algo rebrincado, arrancándose a la muleta de Pérez Mota que le esperó sin probaturas aunque con precauciones en los medios. Allí vio lo que el animal era capaz de reponer, aliviando por alto los muletazos, defendiéndose más que pudiéndole, optando por cambiarlo de terrenos y cerrarlo a tablas. Fue duro de patas pese al bajonazo y fue despedido en silencio, su casta y complicaciones camuflaron su mansedumbre.


En cuarto lugar cambiamos de registro y salió un señor toro con hechuras de cruce casi industrial de producción cárnica , que fue con buen criterio protestado por basto a su salida. Aún así, el animal cumplió mucho más de lo esperado, moviéndose con prontitud y alegría toda la lidia. Cumplió en dos varas de ley empujando con fijeza aunque sin sobrarle poder, pues no abundaba la casta. En la muleta fue un toro que iba y venía, noble y soso, de buena condición, que necesita que el torero le ponga sal. Pero Rafaelillo, que pudo estar mejor con él, se limitó a acompañarle sin llegar a centrarse y plantear una faena. Sabía muy bien el murciano, y no le faltaba razón, que por muy bien que se pusiese, la gente había venido a ver otra película y no iba a servirle de mucho. Aunque solo le faltase la argolla en los ollares, la mole de engrasadas canales me sorprendió gratamente peleando en varas sin salir pitando y sin doblar una mano hasta la muleta, nada habitual en Valdefresno. Tampoco se rajó a tablas descarado ni a chiqueros. Quizá la receta sea un goterón de avileño. Pese a todo, fue despedido entre pitos. La gente había ido a ver otra cosa.




Barbeando tablas pendiente de los movimientos del callejón hizo aparición el quinto, de nombre Rivereño, que ya se quejó berreando de que le habían podido en el recibo capotero, en el que embistió echando las manos por delante. Quiso hacer bien las cosas Alberto Sandoval, señalando arriba, pero el animal salió venido a menos tras dejarse pegar en la primera vara, repuchándose de la segunda pese a acudir pronto. En banderillas se vivieron dos pares antológicos de Fernando Sánchez, que pusieron la plaza en pie, citando de poder a poder, andando en el cuarteo, asomándose al balcón... un gustazo. En la muleta el toro estaba ya muy venido a menos, llegando a perder las manos, se defendió llevando la cara alta. Javier Castaño anduvo parecido a como estuvo en el anterior, pero además quiso justificarse en una faena larga sin fundamento. El animal, descastado, manso y a menos, fue silenciado cuando partía tras el tiro de mulillas.





Cerró la tarde y la feria Ojeador, que mostró su impronta arrancando una tabla de la barrera con fiereza tras salir con nervio y pies de chiqueros. El miureño protagonizó un gran tercio de varas, acudiendo en tres entradas, metiendo en ellas los riñones, aumentando la distancia entre ellas, llegando a tomar la tercera con prontitud y alegría desde prácticamente los medios, en un buen gesto de generosidad del diestro Pérez Mota, que enseñó la bravura del animal a una afición que anhela tarde a tarde poder disfrutar de esta parte de la lidia. Una pena que no se sumase también el picador al éxito, ya que aunque fue ovacionado, lo cierto es que señaló los puyazos a cual más caído, por no hablar de lo poco que toreó con el jaco, poniéndoselo fácil la prontitud y fijeza del burel. Fue destacable verlo cumplir en las dos primeras varas al poco que le citaban, pero lo que puso a la plaza en pie fue ver como metía riñones en la tercera vara tras arrancarse raudo, en un pasaje muy emotivo. Continuó fuerte el diapasón con dos soberbios pares de Raúl Ruiz, al que además le cortó el toro saliendo de tablas a cuerpo limpio, en otra estampa muy torera y añeja su compañero tercero, Alfredo Jiménez. La faena de muleta transcurrió a menos, se juntaron las complicaciones del toro, que cabeceaba y reponía en su embestida con muletazos rematados por alto, sin asentar las zapatillas y entre muchas dudas. La plaza despidió en silencio a este último de feria, un toro bravo en varas y con buen nivel de casta.




Como colofón solamente queda resaltar y agradecer que una reivindicación de la afición durante tantos años, el poder ver una miurada en San Isidro, algo tan clave en la variedad que dé aliciente a una feria tan larga, se ha cumplido y esta es ya la tercera. Esperemos que vengan muchas más y que puedan vivirse con pasión por la emoción despertada en el ruedo.

Rubén Sánchez.

Esta crónica ha sido publicada con más detalles sobre presidencia y suerte de varas en www.eltoro.org