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Decoración del ruedo, a cargo del artista Nicolás de Maya (Mundotoro). |
Con más de media plaza y buen ambiente en los alrededores del coso carabanchelero comenzó la temporada en Madrid con el programado homenaje al ganadero de Galapagar; homenaje que por parte de los ejemplares lidiados con su hoy divisa negra de duelo no llegaron a propiciar en su esplendor honrando y recordando al concepto impreso a la vacada por parte del recordado D. Victorino Martín Andrés. La corrida estuvo aceptablemente presentada para el coso y su categoría, aunque siempre mejorable al no dejar de estar esta plaza de segunda en Madrid. En cuánto a su juego, en general se echó de menos no ya un punto más de bravura en los caballos, que también, sino sobre todo la chispa y la casta siempre esperada de las reses marcadas con la A coronada. Tuvieron algo atípico todos a excepción del cuarto, y es que dejaron torear a los diestros con el capote en el recibo, metiendo la cara con embestidas que salían sueltas de los lances frente al clásico albaserrada tobillero que se revuelve apoyándose sobre el tren delantero, sobre las manos. Y es que a la postre el mejor fue el cuarto, el que cumplió con ese patrón de comportamiento de salida. Se pararon bastante también en general, medidores, agarrados al piso y defendiéndose por lo justos que estuvieron varios de fuerza; y en lo que sí honraron al victorino que cualquier aficionado tiene en su cabeza fue en lo duros de patas que fueron para doblar, tragándose la muerte y sin rendirse hasta el final.
La terna estuvo compuesta por Curro Díaz, que podría ser un torero mucho más importante de lo que es si se le exigiese más, pues capacidad tiene de sobra y así lo demuestra en ciertos destellos entre el alivio y la ventaja, no solo perdonada -injustamente para otros- sino además aclamada; Daniel Luque, que optó por quitarse de enmedio pronto a sus oponentes, sin terminar de ver clara la manera de lidiar este encaste, mostrando inseguridad especialmente ante el quinto en una tarde en la que se le notó cierto despiste, al pedir el cambio de tercio sin estar los cuatro arpones puestos y no contento, inició el brindis sin que estuviese el tercio cambiado, algo que denota que aunque afirmase recientemente en una entrevista que "el público de Vistalegre es el de Madrid", no se ha debido mentalizar de la misma manera. Y cerraba Emilio de Justo, que ha dado una lección de lo que es tener disposición y valor, de triunfar sea como sea y llegar al público toque el toro que toque, en una actuación muy importante del cacereño que tuvo muy clara la importancia de la cita a las puertas de Las Ventas y con la pequeña pantalla presente. Además fue el único dispuesto a enseñar el comportamiento de su lote en el caballo, aún pechando con dos mansos y frente a una cuadra de picar que presentó equinos infumables en cuánto a su movilidad, y realizándose la suerte, todo sea dicho, fuera de la contraquerencia máxima que se sitúa frente a chiqueros, algo inconcebible en una corrida de toros y más de corte torista, homenaje a uno de los exponentes de la bravura y el poder en el primer tercio. Como nota general, si bien es cierto que el ganado y sus fuerzas no pudieron propiciar varias entradas al caballo, se echó en falta poder ver algún quite, pues ni uno en toda la tarde. Y en cuánto al desarrollo de la corrida y su acompañamiento, a modo de anécdota destacar que la banda de música encargada de amenizar en Vistalegre dejó patente la escasez de festejos taurinos celebrados en el moderno coso, pues que uno de los diestros esté cuadrando al toro para estoquearlo, montando la espada prácticamente, y que la banda siga tocando a su aire; es para hacérselo mirar.
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Abrió plaza Bolsico, un cárdeno claro de bonita lámina que despertó algunos aplausos a su briosa salida, rematando en tablas y saliendo suelto de los lucidos lances de recibo, rematados con dos buenas medias que recetó Curro Díaz. Con un recorte garboso, dejó el jienense al toro en suerte, aunque acabo siendo más lucido que eficaz, pues el astado entró al peto a relance, al tener que ser provocado con un capote desde la margen izquierda de la cabalgadura, en la que recibió un picotazo, saliendo perdiendo las manos del encuentro, desatando algunas protestas por su falta de fuerzas. Buen detalle por parte de los tendidos la reacción al cambiarse el tercio, mostrando su disconformidad, algo que denotó ganas de ver el tercio de varas con al menos dos entradas, y no reducido a la mínima expresión del monopuyazo; una noticia que o bien denota algo más de conocimiento en el público asistente o simplemente que va acudiendo menos público y más aficionados. Llegó el burel a banderillas distraído y gazapón, antes del que el espada brindase su labor al cielo. Inició Curro su faena pasando por bajo las embestidas, que aliviaba por arriba, dejando ver el astado un buen pitón derecho, al que fue recortando el recorrido demasiado pronto con sus sabrosos remates, embestida que fue empeorando también debido a que fue desplazada hacia las afueras en los pases, llegando el astado a localizar los muslos del coletudo, perdonándole el aviso con una nobleza excesiva a la par que sosa. Anduvo hábil y con oficio, supo conectar con los tendidos pegando su clásico medio muletazo, aprovechando el recorrido que quedaba, aunque deslucido al ser desarmado en varios remates. Por el izquierdo, pitón por el que el viaje era más corto, trató de ligar enfrontilado, sin conseguir hilvanar los muletazos, algo que sí logró de perfil, con el compás abierto, rematando con un desprecio que despertó al público y al director de los músicos, que inició el pasodoble con la faena ya hecha, obligando al diestro a alargar un trasteo que ya había dado de sí lo que tenía. Volvió al derecho y fue desarmado, ligando a continuación y tirando de remates, como un buen trincherazo, aliviándose a continuación al natural y vuelta a las trincherillas con su sello, rubricando la actuación con una buena estocada que precedió a una rueda de peones vergonzosa, como si tratase de una plaza portátil -con el respeto que éstas me merecen-, sin dejar que se viese al astado aguantar en su muerte y sin importar un bledo la protesta generalizada, estando además a punto de doblar, pues la estocada estaba en buen sitio. Fue silenciado en el arrastre este Bolsico, que aunque siempre acudió con prontitud al cite muletero, lo hizo con sosería, sin legar a trasmitir, fruto de su escasez de casta. Petición leve de oreja y ovación saludos para el diestro.
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Mercenario tenía de nombre el segundo, que fue levemente protestado de salida, y que también remató en tablas a su salida, pudiéndose haberse fastidiado algún pitón o más si cabe, al recoger demasiado tarde -digamos mejor que a no recoger- los capotes en las bocanas de las troneras por parte del peonaje, que parece que no lo tienen en cuenta a pesar de los varios toros que se han estropeado o incluso inutilizado al rematar con toda la velocidad de salida en los burladeros. Con personalidad capotera, alternando la verónica con el delantal, recibió el de Gerena al morlaco, que tuvo celo y se revolvió con presteza, llegando a tener que salir algo trastabillado del remate a una mano con el que cerró unos estéticos lances en los que faltó ganar terreno, algo que por momentos le fue ganando el toro. Por delantales galleó para dejarlo en suerte, rematando con una chicuelina, en lo que fueron quizá demasiados lances para la eficacia propia de un galleo. Se empleó con celo en el peto mientras se le recetó un picotazo caído, del que salió algo agarrado al piso y sin demasiado nervio, perdonando al lidiador Raúl Caricol, que tropezó y cayó en la cara del astado sin que hiciese por él, quedando todo en un susto. Juan Contreras destacó en banderillas, saludó montera en mano, dejando sobre todo un buen tercer par cuadrando en la cara, teniendo que cuartear mucho al astado y llegarle a jurisdicción mientras medía y esperaba para poder provocarle la embestida, aunque luego realmente no hizo hilo ni hacia los adentros, pese a su fijeza. Su embestida vislumbraba pocas condiciones, punteando por el izquierdo y echando la cara alta en la brega por el derecho. Lo mejor de la tarde de Daniel Luque vino en el inicio de faena, pasando las embestidas con temple y suavidad por bajo y aliviando por alto, poniendo el toque diferencial la manera de andarle y ganarle terreno para conseguir sacarlo al tercio sin ninguna brusquedad, pues si bajaba la mano o se pasaba obligándole, el astado perdía las manos. A partir de ahí y aunque éste tenía algo más de chispa, la faena tomó la nota habitual en la tauromaquia del sevillano, toreando desde fuera y rematando hacia afuera tras una primera templada tanda con la diestra y un intento al natural, pitón por el que se le coló y regresó la diestra destacando un buen pase de pecho. La faena no tuvo planteamiento y volvió al izquierdo, modificando las distancias y sin terminar de acoplarse, antes de cuadrarlo por bajo adornándose muy torero para dejar una buena estocada, algo caída que produjo derrame, pero haciendo con rectitud la suerte. Este Mercenario de nuevo tuvo una muerte encastada, y aunque le falto fuerza y casta, tuvo sus complicaciones, aunque sin llegar a trasmitirlas por su sosería, siendo despedido con división en el arrastre y escuchando palmas el de Gerena.
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El tercero fue Melonchero, que también fue algo frío de salida para lo habitual en los albaserradas, dando varias vueltas de reconocimiento y haciendo astillas en los burladeros antes de dejarse por el izquierdo en el recibo, mostrando un viaje que inició corto por el derecho y fue mejorando lance a lance en el lucido ramillete. Fue tardo al caballo desde la primera entrada, buscando la excusa de que se moviese algún capote con tal de ir allí antes que al peto, y así fue; por lo que tuvo que ser puesto de nuevo en suerte, esta vez erróneamente más abierto, aunque de agradecer la generosidad por parte del espada. Terminó acudiendo pese a la poca agilidad que tuvo el toreo a caballo, señalando el varilarguero delantero y caído, rectificando a una vara en buen sitio aunque algo caída en la que cabeceó en su pelea el morito. Para la segunda entrada se le colocó aún más largo, teniendo que ser acercado hasta la misma raya, teniendo que salir con valor el piquero a su jurisdicción para recetarle el puyazo; pues entre la voluntad del burel estaba el escarbar, pero no el acudir a la provocación de la cabalgadura, llegando a entrar digamos por error, pues se arrancó al ver un capote y se topó con el caballo que le buscaba. Se le recetó una vara en regla, quizá demasiado fuerte tapando la salida, algo que necesitaba. Como buen manso no dejó dudas en el segundo tercio y se dolió, agarrado al piso y distraído, sin importar esto a Morenito de Arles, que dejó dos buenos pares antes de que el extremeño brindase su labor a los tendidos. Inició faena por bajo y el toro se calentó, sacando movilidad y con ello vino la trasmisión, por fin llegó la esperada emoción de la casta de la casa, estando presentes también las dificultades, que aminoró con inteligencia y conocimiento el matador al sacarlo a los medios, terreno que le pesó más al victorino, que se veía más amparado cerca de los tableros. Allí se puso con firmeza y sin dudar, entregado y con valor tomando la mano diestra, aguantando y mandando con temple la embestida, llegando al público, cruzándose y buscando la pureza en la colocación, consiguiendo trasmitir con el medio muletazo que la acometida permitía de este manso sin entrega que echó la cara alta y tuvo corto viaje, buscando con cierto sentido, llegando a desarmarlo mientras ponía de acuerdo a la plaza al verse como se la estaba jugando . Rubricó con una buena estocada y sonó un aviso entretanto el astado se tragaba la muerte, teniendo el cacereño que descabellar, algo que hizo con acierto y serenidad, iniciándose una rotunda petición, concediéndose una oreja bien cortada. Sorpresa en el arrastre pues se aplaudió la trasmisión, la casta, pese a la mansedumbre de sobra demostrada.
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Mediopelo se anunciaba el lidiado en cuarto lugar, frío por demás en su aparición, llegando a mostrarse huidizo de los capotes que le citaban desde las bocanas de las troneras, sin llegar a tablas, algo que incluso hizo del primer lance que fue a darle Curro Díaz. Gazapeó y se calentó, buscando los adentros, dejando a continuación el de Linares un recital de oficio, conocimiento y capacidad lidiadora al recoger la embestida desde los adentros, muy tapado, llevándolo hacia las afueras por abajo, enseñando a embestir al toro, en definitiva; ganando terreno de espaldas a las afueras, llegando lance a lance hasta la boca de riego, donde remató con una señora media genuflexa tras haber convertido una reacción huidiza en una embestida humilladora y con viaje largo por ambos pitones. En la vara que tomó, apretó con riñones llegando a sacar la cabalgadura hasta los medios, en un pasaje de emoción y muestra de bravura y codicia por emplearse en la pelea, aunque sin el poder necesario para propiciar un derribo, algo que previno el monosabio y jefe de la cuadra, que abusando de sus funciones llegó hasta el centro del platillo auxiliando desde el costado izquierdo a jinete y equino. ¿Y si llega a derribar, allí en el centro del anillo? ¿Cuerpo a tierra? La suerte que la hagan el toro, caballo y picador, los monosabios para antes y después, pero no durante. Tras costar sacarlo del peto, el cornúpeta salió picado, pero no estaba de más vista su nota en el primer puyazo, haberlo puesto una segunda entrada para ver su prontitud y acometida, aunque solo fuese señalarle con el regatón si así lo estimaba el matador atendiendo a las fuerzas. Pero no, no tuvo a bien Curro Díaz tener el gesto y solicitó montera en mano tras ver que con el gesto típico al alguacil que se hace en Madrid no estaba siendo atendida su petición desde el palco y cabreó pero bien a la parroquia, por lo menos a un servidor, terminando de arreglarlo con el teatrillo posterior de pedir permiso al palco y llamar al picador montera en mano para que, demasiado tarde, se pudiese ver al toro una segunda vez. Llegó el cárdeno a banderillas sin mucho celo al emplearse en la brega, templado; antes de que el jinenense iniciase su faena saliendo al tercio con cierta brusquedad, componiendo mucho la figura; antes de ligar una primera tanda de derechazos con la que enseguida conectó con el público, a pesar de que faltó cargar la suerte, pero en la que hubo un muletazo largo y templado con ceñimiento que se hizo eterno. La labor prosiguió un punto más ventajista, citando descolocado, bastante fuera, abusando del pico de la muleta, sin ceñimiento alguno y desplazando hacia fuera las embestidas, algo que hizo que el toro le localizase por el pitón derecho, teniendo que pasar un par de sustos en forma de aviso que le dio, sorprendiéndole. Al natural, el destoreo se hizo aún más patente, aunque eso sí, preciosos los remates; siendo pese a todo aclamado con fervor, pues parece que el pellizco todo lo tapa, ya que es bien sabido que falta tiempo para censurar esa colocación a cualquier otro torero, mientras injustamente todo son olés para Curro. ¡Con lo que podría dar si se le exigiese más, llegando a una faena completa de muletazos como el citado, en el que se ciñó la embestida rematando atrás!. Fue una lástima que la mejor embestida muletera de la tarde, duradera y encastada, noble y que aunque miró a tablas en el epílogo de la faena, demostró ser la de un buen toro, pasase tan lejos de los muslos de su matador, pese a la humillación y trasmisión que tuvo. Estocada caída levemente y una oreja para el esportón, ésta sin el peso de la anterior. Ovación fuerte en el arrastre.
En quinto lugar saltó al ruedo Ministro, que salió suelto de los lances de recibo, cabeceando sobre un pitón mientras tomó una vara trasera y caída que le fue recetada antes de salir blandeando y dolerse en banderillas, mostrando fijeza y colándose por el izquierdo en la brega, aunque humillador por el derecho. Esperando y cortando a los de plata, entre los que destacó Raúl Caricol, que dejó un buen par. El astado dejó claro que no quería el terreno de los adentros, negándose a llegar al burladero en el que trataron de cerrarlo mientras el diestro tomaba la muleta, antes de iniciar por alto saliendo a las afueras, donde fue desarmado por el derecho, mientras buscaba con la muleta retrasada sacar medio muletazo, sin terminar de aclararse en el planteamiento de la faena, sin la seguridad necesaria, pues optó por cerrarlo, finalmente dudó y siguió en los medios sin verlo claro, algo que notó la parroquia, que fue empezando a protestar. Tras quitarle la muleta de la cara por el derecho, pitón por el que repetía con un viaje aprovechable, optó por justificarse dejando ver las complicaciones, el peligro mejor dicho, del pitón izquierdo, de modo que en tanto se le vio cogido tuvo excusa para machetear y pasaportar este quinto de una estocada tras pinchazo. Pitos en el arrastre para este mansote, flojo y a la defensiva; silenciado el de Gerena.
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Cerró la tarde Jaqueto, que recibió palmas a su salida briosa, en la que en su afán por rematar llegó a levantar levemente uno de los burladeros antes de ser recibido con buenos lances por parte de Emilio de Justo, que de nuevo optó afortunadamente por lucirlo en el caballo y de nuevo se topó con un manso que tardeó para la primera, en la que después cumplió con fijeza, costando sacarlo, pareciendo que iba a ser otra cosa. Pero no, fue dejado de largo para la segunda y aunque el picador fue nulo toreando a caballo para citarlo y provocarlo, no hubo manera de que el astado hiciese por acudir a la cabalgadura, teniendo que cerrarlo a la raya, a la que acudió el piquero a buscarlo, entre la impaciencia del público, que debía guardar más silencio, dejando que se escuche la voz del picador y el estribo, pues si no se oye en los tendidos, es posible que se oiga lo justito en el ruedo. Tras este picotazo en la segunda entrada, llegó agarrado al piso y sin emplearse en la brega, iniciando el espada su labor de uno en uno, pasándolo por bajo, llegando a los medios, entre la sosería de la res y su falta de acometida. No dudó el coletudo en tratar de ponerle todo, con una voluntad admirable, peleándose con él por tal de sacar lo que fuera antes de tener que pasaportar con una estocada caída. Fue aplaudido y despedido con una gran ovación, mientras que su adversario se arrastró entre pitos.
Es esperanzador que esta tarde la plaza registrase una buena entrada, pues puede animar a la empresa Tauroemoción que ha apostado por recuperar festejos en invierno en este coso desaprovechado a seguir con el proyecto e incluso poder ampliarlo, conociendo además que el público asistente, sin el nivel de exigencia del venteño, sí demanda un tipo de espectáculo y responde a él con más fuerza que a los organizados previamente, algo que puede propiciar que los aficionados madrileños podamos arrancar temporada temprano en busca del toro encastado.
Rubén Sánchez.