Plaza de toros de Collado Mediano. En tarde calurosa y con más de tres cuartos en los tendidos, se anunciaba un encierro de Torrealba; para los diestros Jorge Martínez (Oreja y silencio tras aviso), Álvaro Burdiel (Silencio y ovación con saludos tras dos avisos) y Sergio Rodríguez (Dos orejas y oreja). El festejo dio comienzo con retraso, posiblemente por la cola que había en taquilla.
Abrió plaza Zorrito, número 17, negro de capa, bien rematado y de buenas hechuras, cornidelantero y estrecho de sienes. Metió bien la cara en el recibo, mostrando síntomas de poca fuerza, echando las manos por delante. Tomó un picotazo en buen sitio, en el que se dejó pegar, con eso fue suficiente. Tardo en banderillas, pudimos ver un buen par por parte del tercero; el burel buscó los adentros, llegando a instalarse próximo a chiqueros al finalizar el tercio. Se le hizo una buena lidia, dándole tiempo y bregando a favor del cornúpeta. En la muleta tuvo que cuidarlo Jorge Martínez, llevándolo a media altura y sin obligarlo, pues cualquier brusquedad y perdía las manos. Terminó por echarse en un trasteo que pese a las buenas formas del espada, fue a menos y no hubo conexión con los tendidos por la carencia de emoción. A pesar de lo que se puso a la defensiva el utrero, insistió el murciano y terminó con manoletinas una faena larga. Mató de buena estocada aprovechando la querencia a los chiqueros, pues lo colocó en la suerte contraria y enfilando a la misma puerta, aunque perdió los trastos en el embroque. Oreja y silencio en el arrastre.
Hizo segundo Bucería, número 3, negro de capa, cuajado y bien encornado, al que recibió templado Álvaro Burdiel, mientras salía abanto de cada lance, teniendo que ganar terreno y dejando dos buenos lances a la verónica. Recibió un puyazo fuerte al relance, que fue delantero y rectificó a trasero el montado, en un segundo puyazo que le recetó en esa única entrada, de la que salió suelto y con castigo más que de sobra administrado. Metió bien la cara en la brega, y se vieron buenos pares, siendo la nota negativa la querencia que marcó a los adentros. Brindó a Ángel Merenciano, mayoral que se encuentra convaleciente tras sufrir un aparatoso accidente en el campo, para iniciar a continuación con ayudados por alto al hilo de tablas, sacándolo más allá del tercio con temple. Continuó con la diestra, llevándolo tapado y sin dejar que se le marchase a chiqueros, para dejar unos buenos naturales acto seguido, muy relajados y de buen concepto. Pese al buen planteamiento y trabajar bien tiempos y distancias, el morlaco renegó de la pelea, adornándose en los remates ya en los adentros. Pinchazo hondo, tirándose al hilo, al que siguió un pinchazo arriba y finalmente una estocada entera atravesada. Un descabello le bastó a Burdiel para pasaportarlo. Silencio y silencio también al arrastre.
En tercer lugar salió un colorado ojo de perdiz, más recortado y bajo, con el número 30, de nombre Rastreador y que en el recibo se dejo atrás los cuartos traseros, arrastrándolos, de total invalidez. Pese a todo tomó un puyazo, entre protestas se banderilleó en dos pasadas tras la que el palco no quiso ver el estado del animal y sustituirlo. Brindó Sergio Rodríguez al público semejante birria y la faena tuvo que transcurrir sin obligarlo, levantándole la mano por lo que se resintió el utrero, que querer quería tomar los engaños con codicia, pero no podía terminar de hacerlo con la profundidad que lo hubiera hecho en plenitud. Dejó el abulense buena cuenta de su dominio en el cuidar flojeras y terminó con templados naturales a pies juntos, antes de volcarse encima para recetarle una estocada contraria y perpendicular, algo trasera y de buena ejecución, que le valió para cortar el doble trofeo. Pitos en el arrastre.
Vitoriano tuvo por nombre el cuarto, número 27, castaño listón, bien encornado y que en el recibo humilló y se enceló en los buenos lances de Jorge Martínez, aunque parándose pronto y teniendo que sacar las verónicas prácticamente una a una. Tardeó en el caballo, teniendo que salir el montado a buscarlo, sin que tampoco dejase cuenta de sus buenas dotes para hacer la suerte y provocar la arrancada. Le recetó un picotazo caído en el que el astado se dejó pegar, saliendo muy agarrado al piso. Cortó y esperó a los rehileteros, que no lo tuvieron fácil, cambiando el palco con tres palos. En la muleta acometió a arreones, dejando cuenta de que estaba no sólo apenas picado sino además sin haberse empleado, por lo que tuvo el murciano que llegarle mucho con los engaños y dominar el genio. Le ganó la acción revolviéndose y le tropezó, cayendo el diestro a la arena, en la que le buscó sin impedirle continuar la lidia, pese a lo feo de un pitonazo que pareció golpearle en el rostro y otro en el muslo. Volvió a la diestra y sin dudar regresó a jugársela sin miramientos, tomando también la zurda, con arrojo y sacando lo que tenía. Pinchazo en la suerte natural, en el que no le ayudó nada, agarrado al piso, tal como le sucedió en un segundo y tercer pinchazo. El cuarto fue hondo y sonó el primer aviso, teniendo lugar un quinto y finalmente una estocada desprendida. Silencio y silencio en el arrastre.
En quinto lugar salió el 7, Norteño, castaño de capa, aleonado. Se quedó corto en los lances de recibo, marcando en cuanto se le pudo su querencia a chiqueros y desentendiéndose de la pelea. Salió suelto tras tardear a un puyazo trasero, en el que no se empleó, volviendo a su parcela de chiqueros y sin querer saber nada de capotes. Por ello ordenó el diestro que la cabalgadura acudiese a la puerta de chiqueros, donde se le pudo pegar un segundo puyazo al mansurrón, con buen criterio y sentido de la lidia. Banderillearon de una en una, en todos los terrenos, sin conseguir fijarlo. La faena no tuvo Burdiel más remedio que intentarla junto a chiqueros, pero el bóvido no pasaba, defendiéndose y sin humillar, por lo que con acierto optó por aliñarse y doblarse con él en un macheteo de pitón a pitón de buena factura para pasaportarlo. Muy difícil se lo puso, echándole la cara alta. Consiguió agarrar media contraria atravesada después de pinchar en siete ocasiones y escuchar dos avisos. Ovación con saludos. Pitos en el arrastre.
Cerró la tarde un 22 de nombre Rosa, negro salpicado, el peor arreglado de pitones del conjunto, más propio de un festejo de rejones, aunque de buen cuajo. Se paró pronto tras el recibo, acometiendo a oleadas y colándose. Cumplió con fijeza durante el buen puyazo delantero que le colocó Mazariegos Leiro, del que salió y buscó chiqueros. Ante los de plata desarmó al lidiador, les hizo recorrer todos los terrenos, aquerenciado en los adentros, tardeando y midiendo, dejando los rehiletes de uno en uno entre las oleadas hacia tablas del novillo. Cerró el tercio un buen par cuadrando en la cara. Brindó el joven diestro Sergio Rodríguez a Javier Lozoya, aficionado y antiguo miembro de la corporación municipal durante años en la localidad. A base de sobarlo pudo sacarlo al tercio, donde acortando distancias ligó un par de pases, sin poder sacar mucho más antes de que se le volviese a escapar a las tablas, donde lo intentó al natural sin que le ayudase el burraquito, que rajado de solemnidad se instaló en la puerta de chiqueros. Insistió a base de arrimón y por actitud no quedó, pero no había jugo que exprimir, aunque consiguió meter a la concurrencia en su labor. Mató de buena estocada, algo tendida tras un pinchazo, saliendo el burel de arreón con la muleta en los lomos; muriendo, cosas de la vida, en la contraquerencia. Oreja paisanera, pues mueve muchos seguidores; y pitos en el arrastre.
Una lástima que los novilleros de los que más se puede esperar se hayan dejado llevar una vez más en los despachos por «las garantías», por aquello del encaste y la procedencia, las hechuras...y hayan optado por la que finalmente no ha resultado dar tal regularidad ni opciones de triunfo. Habrá que estar atentos a su trayectoria y próximos compromisos, pues han dejado una grata impresión.
Rubén Sánchez.
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