miércoles, 11 de septiembre de 2019

Impactante Francisco Montero

La espectacular portagayola al sexto.
Foto Julián López para Aplausos.

Con lleno en los tendidos por la expectación creada tras el encierro lidiado el pasado año (con el que desgraciadamente no ha tenido que ver nada el de esta edición) y pese a lo desapacible de una tarde ventosa y la bajada de temperaturas, se ha lidiado una novillada de Monteviejo, desigual de presentación aunque con varios novillos excelentemente presentados, con mucha expresión, de estampa y con juego manso en general, algo justos de fuerzas y sin posibilidades muleteras para el toreo moderno. La terna ha puesto bastante de su parte, enseñándolos en varas y exponiendo con la muleta para sacar lo que tenían y un poco más, a base de corregirles algunas brusquedades. A destacar la actitud de Francisco Montero, en novillero, con disposición, ganas y ambición tremendos, tirando de valor seco, que no dejó a nadie indiferente.

En primer lugar embistió a media altura, saliendo suelto de lances de recibo el utrero, que romaneó al apretar con la cara alta mientras recibió un puyazo fuerte. Fue colocado de largo a la segunda, pero no acude y lo arriman, llendo desde allí con prontitud, cumpliendo en tanto que le pegaron fuerte, hasta salir escaso de fuerzas. El propio José Cabrera dio cuenta del segundo tercio, teniendo enfrente una embestida tarda y necesitando un exceso de capotazos de brega para la colocación. Llegó al tercer acto con una acometida a media altura, de corto recorrido, sin sobrar fuerzas y algo soso, sobre la que planteó el almeriense un trasteo aseado y voluntarioso. Perdió el burel las manos al entrar a matar, costándole levantarse, dejando tras ese pinchazo una estocada trasera y caída. Pitos en el arrastre y silencio.

Cristóbal Reyes recibió a portagayola a su primero, ovacionado de presentación y que salió con pies y repitiendo a los lances. Se le recetaron tres varas fuertes y traseras, la primera fue a relance, empujó saliendo suelto, en la segunda cumplió, llegando a acudir una tercera con prontitud, teniendo que ir a sacarlo del peto. Tardo y medidor frente a los de plata, haciendo hilo y necesitando muchos capotazos de brega, muy parado. Acomete brusco con tornillazo fuerte, queriendo enganchar la muleta defensivamente con los dos pitones, muy complicado. Poco a poco fue corrigiendo el diestro, con técnica, algunos defectos, posiblemente le faltó confiarse algo más, pero tuvo mucho mérito lograr extraer algunos pasajes por ambos pitones a un burel difícil, que no perdonó un error y que no admitió ni el toque ni el enganchón. Despachó de estocada en el sótano tras un pinchazo hondo bajo y otro también bajo. Pitado en el arrastre. Silencio.

Con pies salió el tercero, disponiéndose a lancear a la verónica mientras el viaje se queda corto, reponiendo, hasta desarmarle y tropezar a Francisco Montero, viniendo un desorden total en la lidia, llegando incluso a tener a merced al bregador al hilo de los tableros. Tomó una primera vara muy fuerte, trasera y caída a relance, sin estar fijado ni haber llegado el jaco a contraquerencia, en la que romaneó, apretando. Para la segunda fue puesto de largo, cabeceando en el peto mientras se dejaba arrear en buen sitio. Gazapón, con mucha movilidad, medidor, haciendo hilo, cortando con listeza, venciéndose en la buena brega, sin pasar...el segundo tercio tuvo mucha emoción, además con un buen par de Ismael Mora, siendo prendido sin aparentes consecuencias en el segundo cuarteo. La emoción continuó en la faena, muy firme, dispuesto, en novillero. Poco a poco logrando que se vaya tragando un cuarto de muletazo tras haber iniciado sin que pasase, hasta lograr finalmente ligar por el derecho. Parecía impensable que con las condiciones del astado, que pintaba de macheteo y espada pronta en manos de la mayoría del escalafón superior (especialistas incluidos), se pudiese llegar a las cotas que cogió el trasteo, acompañado merecidamente por el pasodoble, habiendo gran trasmision, con el público totalmente entregado, emocionado ante las dificultades, el mérito y la apuesta del espada, que tapó con arrojo y valor su tosquedad ante este encastado patasblancas que no perdonó un ápice. El certamen no otorga premio a la mejor estocada, pero pudo instaurarse tras la que ejecutó Montero a este tercero de la tarde, que tardaremos en volver a ver; asegurando su triunfo al volcarse sobre el morrillo, tirándose desde largo (en corto se le seguía arrancando), firme y perfecta de colocación, con un efecto espectacular que dejó otra estampa de casta y dureza con el morito en los medios resistiendo a doblar los cuartos traseros. Oreja con fuerte petición de la segunda, división en el arrastre entre quienes quisieron ovacionar la casta y los que recordaban su mansedumbre y malas ideas.

Suelto de los lances y con muchos pies hizo aparición el cuarto, acometiendo con la cara a media altura, punteando con tornillazos los vuelos, algo justo de fuerzas. La primera vara fue tan fuerte como trasera, cumplió y salió perdiendo las manos. Fue colocado a una segunda de largo pero optó por buscar los capotes, por lo que tuvo Cabrera que dejarlo más cerca, agarrándose, esta vez sí, delantero, cumpliendo pero cabeceando. A la tercera lo colocaron y no acudió cambiando acertadamente el tercio tras enseñarlo. Un quiebro jugando con el novillo para colocarlo fue lo más destacado del tercio de banderillas que protagonizó el coletudo, necesitando menos lances de brega esta vez y aseado con los palos ante una embestida pronta, con buen nivel de casta. Inició por el derecho, tenía poco viaje por el izquierdo, reponiendo, llendo a menos el trasteo, pasándolo sin más, con el viaje cada vez más corto y defensivo por la escasez de fuerzas. Estocada trasera tras pinchazo bajo. Silenciados ambos.

Le tocaron las palmas a su salida al precioso y bajo de agujas que hizo quinto. Pegaba tornillazo en los lances que para detenerlos instrumentó Cristóbal Reyes en chiqueros, echando las manos por delante. Recibió una primera vara fuerte y trasera, rectificada; en la que el utrero empuja y se emplea. A la segunda, trasera, acude de largo, pronto aunque saliendo blandeando. Pitos para el montado, antes de verse una buena brega a este vega-villar fijo y un pelín tardo, humillador por el izquierdo y al que pusieron buenos pares. El último tercio transcurrió con la montera puesta al no brindar, frente a una acometida muy violenta por el derecho, a media altura; mientras que por el izquierdo humilló tobillero. Demasiado insistente se puso el joven diestro, se agradece la voluntad pero pudo complicarse la suerte suprema. Estocada caída tras pinchazo.

Francisco Montero no conforme con el impacto que ya había dejado, decidió poner los tendidos de La Sagra bocabajo al echarse al brazo su capote de paseo como quien abandona el coso, liándoselo a continuación y tomando rumbo al amplio portón de chiqueros, desplegando allí el capotillo, consiguiendo con ello ejecutar sin las calamidades previsibles una larga cambiada de rodillas. La plaza fue un hervidero, puesta en pie, totalmente entregada al arrojo y valor del espada, muy metida en los lances de recibo que continuó pegando tras cambiar, de nuevo, la seda por el percal. Salió huida la res de la primera vara, mientras que en la segunda, tras tardear, recibió un puyazo caído en el que se empleó, mejorando respecto a la anterior. Distraído fue en rehiletes, siempre avisado con la cara arriba, pendiente de todo, al igual que en su estancia en corrales. Se vieron buenos pares, cuarteando mucho por lo tardo y medidor, siendo obligado a saludar montera en mano Daniel Sánchez. Montero logró voluntarioso llegar al público frente a la embestida tarda y sin recorrido del serio ensabanado capirote, aprovechando sus querencias a los adentros, chiqueros y puerta del encierro, muy firme, pese al susto que le dio con el pitón en el abdomen, sorprendiéndole y avisándole a la mínima que se confió, aunque sin lograr las cotas del tercero simplemente porque éste no tenía su motor ni su casta, siendo también complicado pero más suave, lo que restó transmisión. Una lástima que matase de estocada baja, pese a que se tirase con verdad, pues de no ser así la oreja concedida habría tenido total merecimiento y con ella la salida a hombros. Pero debió quedar en una clamorosa vuelta al ruedo.

Pese a la baja nota en bravura del encierro, la forma de acometer, las dificultades y los picos de casta hicieron que no decayese el interés, siempre con atención a lo que acontecía, haciéndose corta la tarde; sumado además a la disposición de la terna, sorprendiendo Montero y con la gran alegría de ver un actuante tan en novillero, con esas ganas y ese querer ser, querer impactar que tuvo el chiclanero a base de valor quizá irracional en ocasiones. No debemos dudar que para llegar hacen falta muchas cosas y una de ellas es ese punto de locura para jugarse la vida como lo hizo.

Rubén Sánchez.

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